10 nov 2010

Gritos de ánimo desde los márgenes de la vida.

Empecemos otra vez. Ya nada tiene sentido, ni siquiera mis más profundas ensoñaciones. Siento que todo se ha ido y me ha dejado, como única sobreviviente de un holocausto. Simplemente me siento entre los escombros a esperar. Esperar sin esperanza. Como si nada de lo que me rodease valiese la pena, como si me pudiera librar de este agobiante cuerpo tan fácilmente; ni siquiera tengo noción de las necesidades humanas de comer y dormir, solo pretendo quedarme quieta observando el mundo, como si nada de lo que me rodease se percatase de mi presencia, como si no fuera parte activa de este todo tan estudiado. Rebusco en mi mente, y solo encuentro un ‘alguien’ de despiadados ojos observadores y que ama usar la cursiva de vez en cuando. ‘Algo’ que ensueña acurrucado y abrazado a una almohada de extravagantes colores.

Ya no puedo recurrir a mi coraza tan fácilmente, ahora todo me es más doloroso. Siento que estoy aquí para nada, o mejor dicho, que no sé para qué estoy aquí, en este profundo bosque. La diferencia entre antes y ahora es que antes caminaba, sin tener rumbo, y aunque fuera en círculos, caminaba, me movía, avanzaba. Ahora ya no, me paré y me senté a observar que tan largos eran los árboles, a buscar un camino entre la espesura, sin saber por primera vez hacia dónde dirigirme o qué hacer. Y mientras, mi cronómetro interior sigue corriendo. Y me exaspera quedarme aquí parada, sin avanzar nada, sin esperar, solo... parada, mientras que por dentro siento que me estoy atrasando en mi camino, que no voy por donde debería ir, que estoy perdida.






Y todo esto, a falta de un mes justo para mi cumpleaños.

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